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Gloria María Elizondo García

Cuando queremos comenzar el bosquejo, trazar algunos rasgos del perfil de la Madre Gloria María Elizondo García, nos encontramos con el problema de tener que buscar entre un verdadero campo de riquísimas espigas, sin saber cómo hacer una selección, ya que todas son tan bellas y tan ricas que es difícil determinar cuáles son las mejores; sin embargo, lo intentaremos, convencidos de que personas como ella, destinadas a ser luz, no solamente hacen el bien mientras viven, sino que después de muertas siguen iluminando, siendo ejemplo y estímulo para quienes vamos todavía en el camino.

 

Hoy, a cierto tiempo de distancia, la volvemos a recordar como un rayito de luz y un arroyuelo de agua cristalina que pasó entre nosotros y nos dejó un hermoso recuerdo.

Biografia
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GLORIA ESPERANZA ELIZONDO GARCIA nació en la ciudad de Durango, Dgo. el 26 de Agosto de 1908, siendo sus padres el Sr. Alberto Elizondo González y la Sra. Otila García Peña. Fue bautizada por el Sr. Canónigo Basilio N. Avila el 4 de Octubre del mismo año, en la Parroquia del Sagrario Metropolitano de la ciudad de Durango, siendo sus padrinos el Sr. Juan Reyes y la Sra. Jovita Natera de Reyes. El nombre de Gloria que se le dio en el bautismo era muy poco conocido en aquella época.

 

Al contar un año de edad le sobrevino una fiebre maligna, de la cual los médicos que la atendían no creyeron que fuera a salir con vida. Por tal motivo, se les avisó a sus abuelitos maternos, quienes vivían en Monterrey. El día que ellos llegaron a Durango a visitarla, ella empezó a mejorar, hasta quedar completamente bien. Dios tenía otros planes para ella y aquella enfermedad sólo fue una prueba que el Señor permitió para el crecimiento de sus padres en la fe.

 

A la edad de 4 años empezó a ir al colegio, para acompañar a su hermano mayor, Alberto, llamando la atención de sus maestras por su inteligencia desde tan pequeña.

 

La Revolución de 1910 desarraigó a muchas familias de sus lugares de origen. La Familia Elizondo García no fue una excepción, y así, se vieron  obligados a  emigrar, dejando el terruño querido  para  irse, entre muchas  penalidades, a la ciudad de Monterrey,  ciudad de gente emprendedora que se tiene que enfrentar día a día a un clima duro y a una tierra inhóspita, donde las cosas no se dan fácilmente. Este entorno difícil es el que forja el carácter austero y emprendedor de la gente norteña;  y fue  este  espacio vital el que forjó también el espíritu de lucha de Gloria María.

 

Recibió el sacramento de la Confirmación el 5 de Enero de l913  en la  Catedral  de Monterrey, N.L., siendo su madrina la Srita. Refugio Cirlos, e hizo su Primera Comunión el 8 de Mayo de l919, en el Templo de San Luis Gonzaga; su madrina fue la Srita. María Ana Elizondo.

 

Estudió la Carrera Comercial en el Colegio Central, de esta ciudad, graduándose en Teneduría de Libros a los 12 años.

 

El 8 de Septiembre de l933 tuvo el dolor de perder a su padre, lo que le causó una gran pena. Desde ese entonces fue para Doña Otila, su madre, un gran sostén, ayudándola tanto en lo económico como en la formación de sus hermanos pequeños, ya que era la segunda de nueve hermanos.

El entorno que modelo su alma

 En la familia de Doña Otila se tuvo siempre una gran devoción al Santo Niño de Praga, misma que le había sido  inculcada por  su mamá (la Abuelita de Sor Gloria María).

 

Cuando Doña Otila se iba a casar, Don Alberto, su futuro esposo, le preguntó  qué  le gustaría que él le regalara el día de su boda; ella le dijo que una imagen del Santo Niño de Praga, para que reinara en el nuevo hogar. 

 

Don Alberto encargó una imagen a España; cuando llegó,  vieron que traía una manita quebrada. Don Alberto hizo la reclamación y quedaron de enviarle una nueva imagen, asegurándole que llegaría en buen estado.

 

En 1913 durante la Revolución, Don Alberto tenía un comercio por la calle principal de la Cd. de Durango, y en la parte alta del comercio estaba  la  casa de familia y la Oficina Federal de Hacienda. Una noche llegaron los revolucionarios, saquearon el comercio y quemaron la Oficina de Hacienda. Cuando Don Alberto vio lo que estaba sucediendo, sacó a los niños, y apenas alcanzaron a llegar a la casa de la familia Fernández, a media cuadra del comercio, en donde se refugiaron de momento.

 

Doña Otila, al darse cuenta de que lo habían perdido todo, sólo se lamentaba de no haber podido rescatar la imagen del Santo Niño de Praga. Al día siguiente pudieron trasladarse a la casa de la abuelita, en donde permanecieron durante algún tiempo.

 

Unos días después le llamó a Doña Otila una de las señoritas Fernández, diciéndole que ella tuvo curiosidad por saber qué era lo que sucedía en la calle, y que al asomarse por una ventana de la sala, vio venir a una mujer con un envoltorio en los brazos, como si fuera un niño. No pudiendo contener su curiosidad, le preguntó qué era lo que llevaba en los brazos, a lo que la señora contestó que un “santito” que había encontrado. Al enseñárselo, la señorita Fernández se dió cuenta de que era el Santo Niño de Praga, de su amiga Otila. Le dijo a la señora que aquella imagen pertenecía a una amiga suya, y que si se la dejaba, con seguridad le darían alguna recompensa.

 

Así, Doña Otila recuperó con gran alegría su Niño de Praga. Su mamá le decía: - “Hijita, primero tú lo buscaste a El, y ahora El te buscó a ti”.

 

La devoción al Santo Niño de Praga fue cultivada con mucho cariño por todos los hijos de Doña Otila, especialmente, por Sor Gloria María, quien le tuvo una devoción muy especial, recurriendo a su intercesión en los problemas de la familia.

 

   Un día la madrina de Confirmación de Gloria, la Srita. Refugio Cirlos, le regaló un hermoso libro de pastas rojas y canto dorado; era una colección de cuentos, ilustrados con magníficos dibujos. Estos dibujos, realizados minuciosamente con infinidad de detalles, despertaron en ella su afición por el dibujo y la pintura, al grado de que llegó a dar clases de estas disciplinas.

 

 Le gustaba mucho dibujar. En piedras pequeñas, dibujaba en tinta china admirables paisajes, unas increíbles miniaturas, verdaderas obras de arte. Algunas de ellas se conservan y exhiben en una pequeña vitrina que contiene objetos personales, en el convento principal de las Misioneras Catequistas de los Pobres en Garza García, N.L. llamada Villa de la Paz.

 

Se ha dicho con razón que detrás de todo gran hombre se encuentra siempre una gran mujer, y esta verdad se aplica, no necesariamente refiriéndose a la esposa, sino, la mayoría de las veces, refiriéndose a la madre que formó y educó a aquel gran hombre, a aquella gran persona.

 

Con mayor razón podemos afirmar lo anterior refiriéndonos a la santidad, pues los santos son seres más grandes que han existido y existen sobre la tierra. Detrás de algunos santos puede estar un sacerdote o un maestro que, con sus enseñanzas y sus consejos, dados al santo durante su niñez, durante su juventud o aun en la edad adulta, contribuyeron poderosamente para que aquella alma se entregara a Dios. De este hecho tenemos numerosos ejemplos: San Alberto Magnos fue maestro de Santo Tomás de Aquino, San Ignacio de Loyola atrajo a su género de vida a San Francisco Javier, etc.

 

Otras veces es el mismo Dios quien interviene directamente en la conversión de un hombre, como en el caso de San Pablo; pero, las más de las veces, es una madre cristiana y ejemplar la que desde los tiernos años de la infancia, siembra en sus hijos las primeras semillas de la virtud y de la vida sobrenatural. Tal fue el caso de Gloria: su madre, Dona Otila, inculcó el amor a Dios y la práctica de las virtudes a sus hijos, de palabra y con el ejemplo, y esa simiente encontró un terreno abonado en el alma singular de su hija – la segunda de la familia,- un alma privilegiada y con una especial sensibilidad para la vida de la gracia.

Apostolado con los enfermos.

Desde muy joven demostró su amor al apostolado y una gran caridad para con sus semejantes. Su primer trabajo apostólico fue visitar a los enfermos mentales en la sección que para ellos tenían destinada en el antiguo Hospital González. (Hoy Hospital Universitario). Cada domingo los visitaba llevándoles dulces, galletas, cigarros y ropa, de la cual estaban sumamente necesitados. En Navidad les organizaba una comida, obsequiándoles ropa, cobijas y lo más importante: su preocupaba por todos ellos.

 

En una de sus frecuentes visitas a aquel lugar le llamó mucho la atención una pobre mujer a la que tenían en una celda separada; ella le gritaba que entrara, que no le tuviera miedo (ya que solamente el encargado era el que tenía acceso a su celda). Gloria pidió permiso para entrar, lo cual le permitieron bajo su propia responsabilidad. Cuando Gloria estuvo adentro, se sentó con ella y le empezó a hablar dulcemente; aquella mujer, que con frecuencia tenía accesos furiosos, terminó llorando y besándole las manos.

Apostolado con los presos.

Su apostolado también tuvo como campo de acción la Penitenciaría del Estado, haciendo frecuentes visitas, llevándoles consuelo y palabras de aliento a todas las personas que estaban recluidas allí, interesándose especialmente en la sección de mujeres, por las que sentía especial preocupación.

 

Su amor al prójimo estuvo presente de una manera muy especial durante toda su vida, ya fuera con palabras de consuelo a los tristes, remediando la situación económica de aquellas personas que sabía que se encontraban enfermas y que no tenían recursos para atenderse, y en general, ayudando a quienes de una u otra forma necesitaban que ella les tendiera la mano.

 

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Su primer trabajo lo desempeñó en la casa comercial de Don José R. Gutiérrez, como auxiliar en el Departamento de Contabilidad. Al poco tiempo fue ascendida, llegando a tener a su cargo todo el trabajo importante de la oficina. Cuando Don José abrió la Empacadora La India, ella pasó a formar parte del personal de este nuevo negocio. Después de cierto tiempo, el Sr. Gutiérrez formó una nueva empresa, pidiéndole nuevamente a Gloria que les ayudara a organizar y a dirigir dicha empresa.

Apostolado en Tamaulipas

  En el año de 1940 supo que en la colonia Tamatán, de Cd. Victoria, Tamaulipas, la Escuela normal rural “Lauro Aguirre” ofrecía en renta una empacadora que tenía abandonada. Gloria tenía una gran fe en el amor a Dios, lo sentía y lo vivía diariamente en todos sus actos. Fue por ese amor a Dios – a quien veía en el prójimo – que decidió abrir su propia empacadora de pescado y de otros productos, para crear fuentes de trabajo en aquel sector de la población tamaulipeca tan desamparado y tan carente de recursos, sin saber que en aquel lugar encontraría un campo muy amplio en dónde realizar una verdadera misión apostólica.

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En Cd. victoria se hospedó en la casa de las señoritas Collado, personas sumamente finas y respetables de aquel lugar. Esta familia le brindó mucho afecto, haciéndole sentir siempre como si estuviera en su propio hogar.

                                                             

En 1941 inició sus trabajos la empacadora de mariscos, a la que le puso en nombre de “Productos Cruz de Oro”. A sus empleados, la señorita Gloria los veía como si fueran miembros de su familia. Los estimulaba llevándoles de viaje a conocer lugares nuevos, ya que ellos carecían de los medios para hacerlo.

 

Estando en Ciudad Victoria vio con tristeza la indiferencia religiosa de la mayoría de las personas, y esto despertó más en ella su espíritu apostólico. Fue entonces cuando enfocó de lleno todo su esfuerzo a realizar allí su apostolado.

 

El 8 de Diciembre de 1946 recibió la medalla de Hija de María, de manos del Padre José Betancourt, en la Parroquia del Refugio, fecha en que se conmemoraban los 50 años de fundada dicha Asociación en Ciudad Victoria, Tamaulipas.

 

Motivó a las señoras y a las jóvenes para que ingresaran a la Acción Católica; organizó conferencias para profesionistas y maestros, algo nunca antes visto en Ciudad Victoria. Realizó mesas redondas para matrimonios y le dio un gran impulso al Catecismo de los niños, por los que tuvo siempre una gran predilección. Formó varios centros de Catecismo: uno en Tamatán, otro, en San Isidro, un tercero, en el Camino Real a Tula, otro, en las Vegas de Treto, y uno más en el Crucero.

 

A las mismas trabajadoras las distribuía de 4 en 4 en cada lugar, dándoles 2 horas, una para dar el Catecismo y otra para trasladarse del lugar de trabajo al centro de Catecismo y de allí nuevamente a la empacadora, en donde seguían trabajando hasta la hora de salida.

 

Los sábados alquilaba un camión urbano para llevar a los niños a Misa en la Iglesia de Nuestra Señora del Refugio, y por las tardes los llevaba al parque, para que disfrutaran de los juegos infantiles. Los domingos y los días festivos mandaba un camión para que la gente asistiera a Misa en el mismo templo.

  Viendo la necesidad tan grande que tenían los habitantes de la Colonia Tamatán, en donde ella tenía la empacadora, de acercarse a Dios y no teniendo un lugar para reunirse, pidió a los ejidatarios del Ejido “7 de Noviembre” que le donaran un terreno para construir un templo. Acudía a la casa del señor Berrones, dueño de una ladrillera, a hacerle pedidos de ladrillos, tanto para la iglesia como para otras obras que realizaba para el bien común de sus queridos fieles. Así, inició y llevó a cabo la construcción de un Templo, el cual fue dedicado a la Madre de Dios bajo la advocación de Nuestra Señora

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del Sagrado Corazón. La iglesia fue consagrada por el M..I. Mons. Dr. Don Dustano Armora, el 15 de Mayo de l948. Esta bendición fue una celebración muy hermosa, en donde sobresalían las voces de los indígenas, quienes entraban con un cirio en la mano. La Capilla estuvo ocupada a toda su capacidad, muy iluminada, preciosa. Se celebró una hermosa fiesta y un numeroso grupo de niños de la región hicieron su primera comunión, acontecimiento que llenó de regocijo a todos los habitantes del lugar. A todos esos niños se les ofreció un desayuno en el Casino de Tamatán.

 

Dentro de su trabajo tenía bastante contacto con las personas que le surtían el pescado; eran humildes pescadores del poblado “La Pesca”, en Soto la Marina, a donde difícilmente llegaba el impulso evangelizador, Gloria se preocupó también por ellos y con frecuencia llevaba a un grupo de religiosas de la Congregación de las Misioneras Catequistas de los Pobres.

 

Durante su estancia en Ciudad Victoria le preocupó enormemente el problema de las jóvenes desorientadas quienes, obligadas muchas veces por la miseria y por la falta de amor y comprensión en sus hogares, caían en la prostitución. A ella esto le preocupaba mucho, y con bastante frecuencia, las traía a Monterrey, internándolas con las Madres del Buen Pastor (cuya Congregación hoy lleva el nombre de Orden de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio). Viendo que aquello no resolvía el problema, solicitó a las mismas religiosas que fundaran una casa en Ciudad Victoria. Con su ayuda, llegaron 4 religiosas a establecer allí su comunidad, y hoy es una institución que beneficia a una gran cantidad de jóvenes.

 

También se preocupaba mucho por las parejas que vivían en unión libre, a las que preparaba para que se casaran por las 2 leyes. Para ella no había ningún obstáculo invencible tratándose de acercar las almas a Dios. Si las parejas objetaban que no se podían casar por la Iglesia por no estar casados por el civil y no tener recursos, ella arreglaba que se les cobrara menos, o aportaba la mitad, y el Juez Civil le ayudaba con la otra mitad. Gracias a su dedicación, en el año de l942 recibieron el sacramento del matrimonio 80 parejas –en un mismo día- en la Parroquia del Refugio.

 

Instaló un taller de oficios para niñas, señoritas y señoras, en una casa situada en la Calle 4 y Morelos, en donde hoy se encuentra la escuela Juan B. Tijerina.

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 Auxiliada por voluntarias, en este taller se enseñaban labores propias del hogar. Se impartían clases de mecanografía, corte y confección de vestidos, corte de pelo, hechura de flores y tejido. Periódicamente se realizaban exposiciones y se vendían algunos de los trabajos, otros se regalaban; todo era para la gente pobre. La señorita Gloria proporcionaba todo el material.

 

Como a los 2 años de iniciado, hubo la necesidad de trasladar el taller a unos salones de la Catedral de Nuestra Señora del Refugio, con la colaboración del párroco, el Padre Rafael Cavaría. Este taller de oficios estuvo funcionando durante muchos años.

 

Fue bienhechora del Colegio “Antonio Repiso”, el cual fue fundado el 19 de Agosto de 1943 y abrió sus puertas en Septiembre de dicho año, atendido por las Madres del Divino Pastor.

En el Hospital Civil de Ciudad Victoria visitaba a los enfermos de más escasos recursos,

levándoles fruta, ropa, medicinas, ayuda espiritual y recursos para pagar al salir. Aseaba y curaba personalmente a los más necesitados y abandonados.

Existía un programa de radio que se transmitía los jueves por la noche, titulado “Homenaje a la Mujer”. Se dedicaba siempre a personas que en alguna forma se hubieran destacado en la comunidad y eran presentadas en el programa. Gloria fue escogida por la labor que había desarrollado durante su estancia en Ciudad Victoria a favor de las personas necesitadas, tanto material como espiritualmente. Ella se rehusó terminantemente, argumentando que no merecía aquel homenaje y solicitando que por favor no se hiciera ninguna mención de la labor que realizaba. Esto nos deja patente su humildad, pues trataba de vivir el consejo evangélico de Jesús, Quien nos dice: - “Que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha”.

 

Sin embargo, no pudo evitar la realización del homenaje de agradecimiento que le rindió la sociedad victorense para patentizarle su gratitud. Este homenaje tuvo lugar el sábado 22 de mayo de 1948, por la noche. En su edición del 24 de mayo, el periódico “Noticiero” de la Capital Tamaulipeca reseñó el evento: - “En el Centro Social Victoria tuvo lugar la cena que se le ofreció a la señorita Gloria Elizondo, y a la que concurrió lo más granado de nuestra sociedad, que comprendió fielmente el noble esfuerzo que ella hizo para contribuir al engrandecimiento de nuestra capital”.

 

En esa ocasión el Sr. Serafín Tella, quien hizo el ofrecimiento del homenaje tributado, expresó: -“Y si es poco frecuente encontrar en la actualidad quién conserve todavía la fe y la devoción cristiana, más extraño resulta hallar espíritus luchadores y tenaces que, desentendiéndose de obstáculos y de contratiempos, se echan a cuestas la enorme y fatigosa tarea de regenerar al mundo por el único camino luminoso que permanece eternamente franco: el camino que conduce a Dios”.

 

“Pero no solamente merece nuestra gratitud, sino que despierta nuestra admiración y conquista nuestro afecto la conducta ejemplar de la señorita Gloria Elizondo, pues a despecho de ser mujer, a pesar de todas las incomprensiones, luchando contra la indiferencia general y venciendo todos los obstáculos y perjuicios imaginables, ha logrado iniciar y concluir totalmente un sólido, moderno y artístico templo en el sector de la población que más lo necesitaba, ya que por razón de la distancia, se hallaba condenado a carecer del alimento espiritual que representan los servicios religiosos que se efectúan en la Casa del Señor”.

 

Concluye su nota el diario arriba mencionado: -“Se le hizo entrega a la señorita Gloria Elizondo de una medalla de oro y de un valioso y significativo pergamino, agradeciendo finalmente la homenajeada las muestras de aquel cariño que recibía”.

 

El grupo de la J.C.F.M. (Juventud Católica Femenina Mexicana) fundado por ella también le tributó un homenaje de agradecimiento por su generosidad y entrega. 

De nuevo en Monterrey

En el año de 1950, no deseando estar más tiempo separada de su familia, regresó a Monterrey, y empezó a trabajar con sus hermanos en la empresa Elizondo, S.A. en donde tuvo a su cargo el Departamento de Instalaciones.

 

Su inquietud misionera no cesaba. Dentro de su nuevo trabajo buscó la forma de entrar en contacto con los trabajadores que laboraban en la planta, logrando llevar hasta allí su apostolado. Les organizaba reuniones, misas y convivencias, para que también ellos se acercaran más a Dios.

 

De su piedad, tan ilustrada como fervorosa, son testigos cuantos la trataron; su cultura y la distinción natural de su trato le permitían llegar con facilidad a las almas. Para los pobres y desamparados reservaba siempre lo más exquisito de su bondad atrayente y persuasiva.

Consagrada a Dios.

Un buen día, Jesús la escogió para El sólo y le abrió por completo las puertas de la Congregación de las Misioneras Catequistas de los Pobres, para perfeccionarla en su santo servicio.

 

En el año de 1954 Gloria le manifestó a su madre el deseo de ingresar como religiosa a esta Congregación. Para Doña Otila, esto fue una gran sorpresa, y le dijo: - “Hijita, yo ya estoy muy grande, espérate a que el Señor me llame,, y ya luego te irás de religiosa; no sabes la falta que me vas a hacer”. Por encima del deseo de complacer a su madre, el llamado del Señor era más fuerte; entonces insistió y así consiguió el permiso, ingresando a la Congregación el 16 de Julio de 1954, día de la Santísima Virgen del Carmen.

En la comunidad de las Hermanas Misioneras llevó una vida ejemplar, como Postulante, como Novicia y como Hermana Religiosa. En el silencio de su corazón vivía siempre unida a Dios, siendo su único anhelo agradarle y cumplir su voluntad. Las Misioneras Catequistas de los Pobres expresan lo siguiente:

 

      “ La pureza de su alma se transparentaba en sus ojos, que con sólo mirarla 

        reflejaba la riqueza de su vida interior.  Tenía un temperamento de asceta 

        hermanado con un gran corazón, un espíritu humilde y sencillo junto con

        una  noble  dignidad.  Fue  una  persona  agraciada  y  generosa  que  se 

        entregaba en cualquier trabajo o tarea que se le encomendara, aunque ella 

        prefería ocultar sus cualidades.  Durante su noviciado y el resto de su vida, 

        tan fugaz entre nosotras, se distinguió siempre por buscar lo más humilde y

        sencillo, desprendida completamente de las comodidades que había tenido

        en su casa”.

Al entrar en la vida religiosa, manifestó a la Reverenda Madre Margarita Fernández de Castro, M.C.P., su proyecto de escribir un libro de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, para lo cual ya tenía reunido suficiente material. Su propósito era hacer una rifa con el fin de reunir fondos para el Seminario, La Tarahumara y la propia Congregación. Recibió la autorización y en Enero de l956 apareció la primera edición de su libro (40,000 ejemplares), los cuales ella regalaba con cada boleto de la rifa. Este libro fue un excelente apostolado. Un tiempo después ofreció a la Juventud Católica Femenina Mexicana (J.C.F.M.) de la Ciudad de México una rifa en combinación con la Lotería Nacional. Aceptaron con gusto la idea y ella, feliz, emprendió la tarea de una 

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segunda edición, con otros 40,000 ejemplares de tiraje, sabiendo que éste era un medio para que la gente sencilla pudiera conocer a Nuestro Señor Jesucristo.

Posteriormente, sacó otra edición más y otra rifa en combinación con los Caballeros de Colón, habiendo quedado 10,000 ejemplares, los cuales fueron distribuidos gratuitamente en campos de misión, hasta agotarse de nuevo la edición. La difusión de este libro ayudó enormemente a dar a conocer la Palabra de Dios y dio verdaderos frutos apostólicos.

 

 Con relación al libro mencionado, dice el Padre Enrique Flores del Seminario de Monterrey:

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  “ … No tiene la frialdad de la elaboración de un tema teológico, sino que es 

          la  expresión  sencilla,  amena,  llena de fe y amor a  Dios de una  persona

          verdaderamente llena de Dios, que trata de enseñar a los demás lo que ella

          misma vive de una manera tan sincera, sencilla y plena… Creo que es una

         obra que llama la atención por su sencillez de estilo, por la amenidad de su 

         exposición y sobre todo, por la unción con que está escrito…”

Gloria  Elizondo hizo su primera profesión religiosa el 16 de Abril de l957, estando ese día rodeada de todos sus familiares. Dentro de la Congregación tomó el nombre de Sor Gloria María de Jesús. Recién profesa la nombraron Delegada ante la Pontificia Unión Misional del Clero (P.U.M.C.) por su gran espíritu misionero.

 

Dentro de la Congregación, Sor Gloria María edificaba con su oración durante los actos de piedad; al mismo tiempo, les daba un toque de alegría a las fiestas que organizaba con ingeniosos juegos y charadas.

 

En Mayo de l959 fue nombrada Maestra de Postulantes, y así pasó el tiempo entre los trabajos de la casa y la formación de sus postulantes.

Superiora General del Instituto.

La Reverenda Madre Margarita Fernández de Castro, M.C.P., primera Superiora General del Instituto, ocupó durante 30 años este cargo, siendo el pilar fuerte que sostuvo la Obra en tiempos bastantes difíciles. Encontrar quién la sustituyera –ya que los tiempos exigían un cambio necesario,- fue un problema que preocupaba a todo el Instituto.

 

En 1961 se reunió el Segundo Capítulo General, y la atención se centró en Sor Gloria María, que aunque el lapso de tiempo que llevaba entre ellas era corto, nadie ignoraba que era una mujer de una dimensión humana y espiritual que no pasaba desapercibida. Así que en el Capítulo de 1961, las Hermanas Capitulares pusieron sus ojos en ella como en la persona que consideraban más indicada para realizar de la mejor manera esta transición.

 

Así, Sor Adela Villarreal Castro, Secretaria General, nos hace un relato del nombramiento, consignándolo en la siguiente crónica.

 

  • “Amaneció el día del Capítulo; las Capitulares nos encontrábamos formando un círculo a lo largo del salón; todo manifestaba la importancia del acto que se iba a verificar. Por la mañana encontramos la Capilla adornada con lo mejor que había; se celebró Misa Votiva del Espíritu Santo y con la solemnidad que requería el caso tomamos nuestros lugares.

 

 Terminada la primera Sesión del Capítulo resulto electa como Superiora General Sor Gloria María Elizondo.

 

El Capítulo se suspendió hasta saber si ella aceptaba el cargo.

 

El Excmo. Sr. Arzobispo Don Alfonso Espino y Silva mandó que la llamaran a la sala Capitular. La encontraron en la Capilla con los brazos en cruz, rezando por que las hermanas Capitulares acertaran en la selección, dejándose guiar por el Espíritu Santo en la elección de la que tomaría el timón de la Congregación, sucediendo a la Reverenda Madre Margarita Fernández de Castro, M.C.P., quien había gobernado a la Congregación durante 30 años como Primera Superiora General después de la Reverenda Madre Angelina Rusconi, Fundadora, -junto con el Sr. José Juan de Jesús Herrera y Piña, V   Arzobispo de Monterrey, - de esta Congregación.

 

Sor Gloria María se sorprendió cuando le dijeron que el Señor Arzobispo la llamaba. Pensó que le iban a preguntar algo acerca de las Postulantes, pero cuando el Señor Arzobispo le comunicó que por mayoría absoluta había sido elegida para Superiora General del Instituto, se puso profundamente pálida y preguntó: - “¿ Yo? ¿No se habrán equivocado?”.

 

Cuando el Señor Arzobispo la tranquilizó y le dijo que todo había estado bien pensado delante de Dios y que el Espíritu Santo había estado presente en el Capítulo, ella juntó las manos a la altura del pecho y dijo: -“Si es así, entonces acepto, ya que es la voluntad de Dios”.

 

Ella hacía algunos comentarios acerca de esta designación, diciendo que se sentía indigna de ocupar el puesto que la Reverenda Madre Margarita Fernández de Castro, había ocupado durante tanto tiempo.

 

Su paso entre las religiosas fue muy corto, Ingresó a la Congregación el 16 de Julio de l954.  Hizo sus Votos Temporales el 16 de Abril de l957. En 1961 Dios Nuestro Señor la escogió como Superiora General y así fue cabeza y Madre de la Comunidad. Sus Votos Perpetuos los hizo en la Capilla privada del Excmo. Sr. Arzobispo Don Alfonso Espino u Silva a los dos días de haber sido nombrada Superiora General.

Sin embargo, supo ejercer su función con verdadero espíritu evangélico. No tomaba decisiones sin “consultarlo con Nuestro Señor”, solía decir. Era un alma de profunda oración. Siempre tenía todo el tiempo que fuera necesario para escuchar a los demás, y aunque algunas veces era exigente para mover a las personas con el fin de que crecieran espiritualmente, si se excedía un poco solía pedir disculpas. Todas la amábamos y la respetábamos. Se interesaba mucho por elevar el nivel educativo y cultural de todas las hermanas. Se preocupaba mucho también por las enfermas. Todas las mañanas, después de la oración, subía a visitar a las que estuvieran en cama, llevándoles una palabra de consuelo. Por la noche, antes de dormirse, nuevamente las visitaba, y les daba su bendición.

 

A iniciativa suya se inició en la Arquidiócesis de Monterrey el Movimiento de “Cursillos de Cristiandad” para damas, celebrándose el primero de ellos el 27 de Enero de l962. Transcribimos a continuación dos descripciones relacionadas con ello. Sor Luz de Carmen Acosta Ahumada, M.C.P., nos comenta:

 

-“ Su amor al apostolado la impulsaba a la creatividad constante. Siendo Superiora General, tuvo oportunidad de conocer el Movimiento de Cursillos de Cristiandad para damas, y empezó a pensar en traerlos a Monterrey. Después de hacer oración, habló con el entonces Vicario General, el Presbítero Don Jesús González Montemayor, y se encargó de traer de Tampico el primer Equipo, para fundar en la Arquidiócesis el Movimiento de Cursillos de Cristiandad para mujeres.  El Padre González  Montemayor le puso como condición que algunas de las Hermanas trabajaran con los primeros grupos, a fin de asegurar su ortodoxia, y fue así como participamos en el Movimiento la Madre Imelda Parás, Sor María Teresa Zamora y una servidora. Después, solo quedé yo trabajando en la Escuela de Dirigentes por casi 10 años, apoyada fuertemente por la Madre Gloria María, quien disfrutaba de cada actividad y de cada apostolado con sumo gozo”.

 “Durante algún tiempo, siendo Superiora local de Villa de la Paz Sor Alicia Traviño, se asistía bajo su dirección a las cursillistas en nuestro convento. 

Esto ocasionaba algunas molestias, pues inclusive las Novicias tenían que dormir en el suelo, para prestar sus camas. No faltó quién, en la Casa General, se empezó a oponer al Movimiento de Cursillos, ya que movilizaba a la comunidad y alteraba los horarios. La Madre Gloria reunió a la comunidad y, con firmeza y decisión, nos dijo que nuestra misión era 

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trabajar en cada diócesis para que el Buen Dios fuera amado y bendecido por todos, y que el Movimiento era una gracia de Dios en nuestra comunidad; nos pidió que siguiéramos sirviendo a esta Obra para bien de la Iglesia. Siguió adelante el Movimiento, y con el tiempo tuvieron que llevarse a cabo en San Benito del Lago, para unificarse con el Movimiento de Cursillos de varones, pero ya tenía consistencia y había sido solidificado el de damas en Villa de la Paz”.

Anamaría Rabatté, quien vino como coordinadora del primer Cursillo, nos relata lo siguiente:

 

 

-“… La llegada fue en un día con un frío tremendo… Llegamos a Villa de la Paz y nos recibió la Madre Gloria, muy amorosa… El Cursillo se desarrolló dentro de la más bella tranquilidad, porque todas las jóvenes de Monterrey, muy preparadas y dóciles a la gracia de Dios, recibían el mensaje del Evangelio… La Madre Gloria nos dio toda clase de facilidades para que este evento se celebrara en Villa de la Paz; era muy dulce y de gran unión con Dios, era un privilegio tratarla. Dios nos mande muchas Madres Glorias para llenar la tierra de su gracia”.

La reverenda madre en su enfermedad

La grandeza de un alma se conoce en la manera de aceptar el sufrimiento. Un año y seis meses estuvo en la cruz del dolor, como es el que produce la enfermedad del cáncer; la recibió con paciencia, resignación y una gran paz que a todas nos edificaba con su fortaleza; jamás se le oyó una queja, ofreciéndose por entero al Señor por la santificación de sus hijas, a quienes daba muestras de santidad. Se ofreció por todas las religiosas, por su querida familia, por los sacerdotes, por las familias de todas las Hermanas y por las almas del Purgatorio, pues ella nunca se olvidaba de nadie; tenía una memoria feliz, se había hecho toda para todos. Como el Apóstol San Pablo; su generosidad fue inmensamente grande para con su Dios y Creador.

Dia de felicidad
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El día 12 de Noviembre de l966 se le administró la Unción de los Enfermos a nuestra querida y Reverenda Madre Gloria María. El fervor con que se preparó para recibirla fue admirable. Manifestó el deseo de que todas estuviéramos presentes en ese momento, con las Junioras y el Noviciado.

Tenía una alegría maravillosa. Dijo a las Hermanas que la atendían: -“Pónganme muy guapa, así como a los niños cuando se preparan para la Primera Comunión”.

 

Pidió de antemano que le leyeran las oraciones del Manual para poderlas saborear mejor. Tenía un gozo tan grande que casi la creíamos aliviada ese día; estuvo platicando del cielo con mucho entusiasmo, y pasó ese día con mejor ánimo. Nos dijo: -“No crean que las voy a olvidar; si aquí en la tierra todos los días pido por cada una de ustedes y por las necesidades de sus familias, allá arriba, en donde no voy a tener otra ocupación, con más ganas lo haré. Les prometo que intercederá por ustedes. Allá podré hacer por la Congregación mucho más de lo que aquí puedo hacer”. 

Cuando le manifestaron la esperanza de que Nuestro Señor quisiera hacernos el milagro de devolverle la salud al recibir el Sacramento de los Enfermos, nos dijo: -“Sería lamentable que me la devolviera después de que estoy tan alborotada; sería una desilusión muy grande para mí, pero lo que Dios disponga, yo acepto gustosa su voluntad. Si El cree que mi vida todavía puede servir para algo, acepto lo que El disponga y será lo mejor”.

 

Los ejemplos que durante su vida recibimos de ella, son admirables. El concepto de santidad en que la tenían los médicos y quienes la conocieron, está comprobado. La doctora María Cristina García Sancho de Penichet, quien la había atendido en la Ciudad de México y vino expresamente a verla, nos decía:

 

-“ Madres, ustedes han tenido la dicha de vivir al lado de una santa, gracia que Dios no la concede a todos… El conocerla ha sido una de las riquezas de mi vida. La Madre tenía un espíritu selecto, humilde, sencilla y brillantemente dotada por Nuestro Señor; nunca hablaba de sí misma. Siempre hablaba en bien de los otros; yo la traté a través de las hermanas y vi la caridad infinita que tenía para todas y cada una, no hizo distinciones ni tenía preferencias, solamente la oración era su preferencia. Su fe infinita ayudaba a los demás a encontrarla, tenía una esperanza ilimitada en la gracia de vivir y luchar todos los días; en general lo más bello de ella era su carácter que durante todo el tiempo que la ví y la traté, tanto en mi consultorio como en la casa de ellas en Monterrey, nunca le ví un rato de desagrado, un gesto de molestia aún cuando tuvimos casos bastante severos y bastante molestos que tratar; siempre existía en ella la dulzura, se ponía en el lugar de la persona a quien estábamos tratando y la ayudaba para salir adelante hasta donde ella podía.

 

Su esperanza de llegar a ayudar a todos los pobres era una realidad, ya que a diario su enseñanza a las Novicias y a las demás religiosas era decirles lo que era la esperanza, lo mismo para esta Doctora. Su caridad fue sin límites, esa caridad no solamente de dar lo material, sino de ponerse en el lugar de la otra persona y poderle dar esas pequeñeces de todos los días, igual que las cosas grandes que hacer la felicidad en los otros; yo la vi ejercer esa caridad, esa paciencia, esa fe y ese amor infinito a Nuestro Señor y a la Santísima Virgen”.

 

Médicos y sacerdotes que continuamente la visitaban, religiosas de otras Congregaciones, seglares, y con mayor razón, sus propias hijas, todos coincidimos en un punto de vista: La Reverenda Madre Gloria María es una santa. Ella, en medio de su humildad, se cree nada; pero nosotras, que estuvimos conviviendo con ella todos los días, sabemos que ha pasado entre nosotras como una estrella fugaz que va dejando tras de sí una estela luminosa. Ella se va, pero nos deja todo un ejemplo de vida que imitar.

 

La Reverenda Madre Imelda Tijerina, Superiora de las Religiosas del Servicio Social, vino a visitarla junto con el Padre Alfredo Medina, S.J., y salió con las lágrimas en los ojos, diciendo: -“¡Que hermoso es ver el tránsito de una santa a la eternidad¡”.

 

Las Hermanas de la Congregación decían: -“ No perdemos la esperanza de que Jesús nos quiera hacer el milagro de conservarnos su preciosa vida; si no es así, también nosotras aceptamos su Santa Voluntad, con la seguridad de que desde el cielo seguirá rogando por todas, alcanzándonos gracias celestiales para llegar a ser una Comunidad como ella la había soñado”.

 

Fue internada en el Hospital Muguerza el 25 de Noviembre de l966, pues Jesús, el Divino Esposo de su alma pura, le tenía señalada la fecha: el día 8 de Diciembre, fiesta de la INMACULADA CONCEPCION, a quien ella amaba con exquisita ternura. A las 8:30 de la noche se durmió en la Paz del Señor.

 

Dios Nuestro Señor quiso glorificarla; a ella, que tantos ejemplos y virtudes nos dejó para imitar, que tanto bien hizo en todas partes, como seglar y como religiosa.

 

El día de su muerte nos encontrábamos en la Capilla a los pies de JESUS SACRAMENTADO, pidiendo por ella. En ese instante se dejó ver algo muy significativo para nosotras: se deshojó una de las rosas que adornaban el altar. En ese momento nos avisaron que había terminado santamente su vida.

 

Llegaron a Villa de la Paz con el cuerpo de nuestra querida Madre Superiora cerca de las 12 de la noche; sus hermanos tomaron el ataúd y lo condujeron a la Capilla de nuestro Convento, en donde fue velada por su afligida madre, sus hermanos, sus sobrinos, sus hijas en religión, familiares y amistades.

 

El día 9 de Diciembre fueron las exequias. El Excmo. Señor Arzobispo, Don Alfonso Espino y Silva, ofició la Misa Pontifical a las 9:30 de la mañana. La Capilla de Villa de la Paz resultó insuficiente para el gran número de personas que asistieron. Varios Canónigos y Sacerdotes concelebraron con el Señor Arzobispo; la homilía estuvo a cargo de nuestro Prelado, quien hizo una breve reseña de la vida de nuestra amada Madre general. Recordó su generosidad de entrega a Dios, su humildad, su caridad, e hizo hincapié en las palabras favoritas que ella con tanta frecuencia repetía, refiriéndose a nuestro Señor: - “EL BUEN DIOS”.

 

-“Ella vivió en Cristo”, - expresó el Sr. Arzobispo. –“No tiene otra explicación su género de vida, su espíritu de sacrificio, esa especial exquisitez en la observancia de la Regla; esa inquietud de su corazón por salvar almas; ese afán de su espíritu por formar mejor y mejor a todas sus religiosas, para que pudieran después transmitir más eficazmente el mensaje de Cristo Nuestro Señor”.

 

“…Vivía íntimamente la vida de la gracia”, continuó diciendo el Sr. Espino y Silva, -“esa vida de Dios, las virtudes sobrenaturales que poseía plenamente… Su vida estaba escondida con Cristo en Dios. Vivía en Dios, para Dios y por Dios. Y parece que tenía prisa en este mundo. Parece que tenía prisa porque sabía, como que conocía los designios de Dios y esta Comunidad la eligió para Superiora General siendo que aún no completaba el tiempo de sus votos temporales. Había prisa, eran los designios de Dios que se cernían sobre esta alma, había prisa de que ella cuanto antes cumpliera la misión que le tenía confiada el Padre Celestial desde toda la eternidad…”.

 

Después de la Misa de cuerpo presente hubo un responso rezado por el Señor Arzobispo. En seguida se formó una valla para sacar el ataúd. El mismo Señor Arzobispo acompañó el cuerpo de nuestra querida y buena Madre Gloria María, hasta que fue depositado en la carroza.

 

En un buen trecho de la Avenida Chipinque (hoy Gómez Morín) le hicieron valla las alumnas del Colegio del Sagrado Corazón (Instituto Mater), con sus uniformes y sus velos blancos, para darle a la buena Madre y vecina un último “adiós”.

 

En el Panteón del Carmen, el Padre Jorge Marcos, en una sentida oración fúnebre, expresó lo que significaba para todos su pérdida, a la vez que manifestó que su vida ejemplar y su santa muerte nos hacían confiar en que el señor ya la estaba glorificando en el Cielo.

 

También habló el Padre Martín Martínez, ponderando las virtudes de Sor Gloria María, y por último, el Padre José Cruz Camacho, quien agradeció en nombre de la familia todas las condolencias recibidas.

 

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Relato hecho por las Madres Misioneras Catequistas de los Pobres en su revista “ECOS DE NUESTRAS MISIONES”, en la edición del mes de Enero de 1967.

 

                                                                                Sor María Teresa Zamora

                                                                                Misionera Catequista de los Pobres

OCHO DE DICIEMBRE DE 1966

 

“Esta mañana, las campanas de la Ciudad han repicado alegres anunciando la fiesta de la Inmaculada. Las personas caminan de prisa hacia los templos para asistir a Misa. El día está cálido, para ser Diciembre, y el cielo parece revestido con los colores de la Virgen Inmaculada.

 

En el cuarto 251 del Hospital Muguerza, la Reverenda Madre Gloria María está agonizando. Desde el martes 6 al caer la tarde ha perdido la facultad de hablar y se ha quedado mirando fijamente, pero con una increíble suavidad, como quien está en éxtasis. Los médicos hablan de un caso grave.

 

Al día siguiente su estado empeoró. Su familia –entre quienes sobresalía Doña Otila, su madre, por su fortaleza admirable- y sus hijas religiosas, corrimos a su lado. No nos queríamos separar, para estar con ella hasta el último momento; nos parecía que en cualquier ausencia nuestra se nos podía ir.

 

Sin embargo, terminó el día 7 y comenzó el 8. Todas tuvimos el presentimiento de que moriría ese día: era SU DIA…. Desde su entrada al Noviciado –nos lo contó una vez- tuvo el deseo de que el número de matrícula que le tocara fuera con un número 8, ya que a ella le recordaba la fiesta de la Inmaculada; y por una “coincidencia”, su número de registro fue el 88.

 

Las sombras de la noche empezaron a caer, la angustia apretaba todos los corazones al verla sufrir sin queja alguna y sin poderla ayudar. A las 8:30 de la noche, después de una dolorosa agonía de 48 horas, la Reverenda Madre Gloria María se dormía en la Paz del Señor con la suavidad con que se apaga un cirio que se ha consumido delante de Dios. Muchas lágrimas corrieron junto a su lecho.

 

-“¡Se ha apagado una estrella. Ha muerto una santa ¡”, fue la voz que corrió por toda la Ciudad.

 

A las 11:15 de la noche llegaba a la Casa General la carroza con los restos de la Reverenda Madre Gloria María, que serían velados en la Capilla.

 

Sus hijas formaron una valla imponente: primero, las Novicias, con flores de alcatraz (porque no se consiguieron azucenas), después las Junioras y por último, las Profesas.

 

Las lágrimas corrieron silenciosas. Los recuerdos se amontonaban en la memoria.

 

Nos parecía verla salir de su celda 14 días antes, cuando se fue al hospital; la Comunidad se encontraba reunida en el pasillo; queríamos despedirla, recibir su bendición y sus palabras de aliento, quizás por última vez.

 

La emoción se anudaba en la garganta: ¡Estaba tan débil para una nueva operación¡ Temíamos que no la resistiera.

 

Emocionadas, la seguimos con la vista mientras acomodaba las últimas cosas en su maletín. Luego nos bendijo. Le pedimos que nos dijera algo antes de marcharse, y nos dijo: -“Sean santas, pues para eso hemos venido. Así agradaremos al Buen Dios”.

 

Después, casi en peso, la acompañamos hasta el automóvil. Todas nos disputábamos el privilegio de ir junto a ella. Antes de subir al carro se volteó a mirarnos otra vez; levantó su mano y nos dijo: - “Adiós, hasta pronto si Dios lo quiere y si no, hasta el Cielo”.

 

Y ella no volvió más.

 

En esa noche del 8 de Diciembre nos sentíamos espantosamente huérfanas. La angustia nos oprimía el corazón. Ha muerto la Madre buena, ejemplar, siempre amorosa y comprensiva. La que siempre tenía palabras sencillas de aliento y siempre encontraba una excusa para nuestros defectos.

 

Generosa en el perdón y en la caridad. Amiga de los niños, de la conversación amable y de la sonrisa cariñosa. Supo entender maravillosamente la ciencia de gobernar amando, y porque la bondad es como el sol y como el agua, que harta el alma y la llena de alegría y de consuelo, por eso la quisimos tanto. Las que vivíamos a su lado supimos descubrir su bondad escondida a veces a detrás de una aparente serenidad.

 

Un día podremos engarzar esos hechos y recuerdos tan queridos que formarán su historia. Y esa historia tan bella la recogerá la Iglesia, que dará un día su juicio definitivo.

 

Madre: Nos has dejado. Pero tus hijas recibimos tu ejemplo que será para nosotras LUZ Y GUIA.

 

Ya no volveremos a contemplarte caminando con fatiga, llevando siempre una sonrisa en los labios, pasar por las oficinas diciendo a todas una palabra de aliento, como te vimos tantas veces y todavía la víspera de irte al hospital.

 

Pero aunque no te vemos, sentimos tu presencia; ahora más que nunca estás a nuestro lado y como antes, con la paciencia y caridad inigualables, nos sigues conduciendo al Señor.

 

Madre Buena: ¡No has muerto! Vives entre nosotras y como ayer, sonríes bondadosa,  por tus ojos de transparencia de niño, vuelve a asomarse Dios”.

Epilogo

La Reverenda Madre Gloria María dijo durante su enfermedad: “Si aquí las tengo a todas presentes junto con sus familias, allá arriba con mayor razón”, y esto ha sido verdad. Ella, que fue tan apostólica, que se preocupó tanto por que las personas que la rodeaban se acercaran a Dios, sigue haciendo mucho bien después de su muerte.

 

Hay muchos testimonios de personas que la conocieron que le han encomendado sus problemas y éstos han sido resueltos. Esto significa que nuestra querida Madre Gloria María se encuentra ya en el gozo del Señor y que el gran deseo de llevar almas a Dios en vida, no se ha apagado.

 

Confiamos en que el recuerdo vivo de las virtudes de la inolvidable Madre Gloria María despierte, en quienes la recordamos, el anhelo de una vida mejor, deseo que ella hará eficaz con su intercesión.

 

Su trabajo apostólico no ha terminado; el solo recuerdo de su vida nos hace sentirnos mejores y el testimonio de su gran espíritu de fe nos estimula para continuar adelante.

 

¡Madre! En vida fuiste luz, después de muerta aún sigues iluminando.

 

 

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Comenzamos diciendo que era difícil seleccionar en un campo de espigas, las mejores y así fue.

 

Al pasar la vista por su vida, tan llena de la presencia del Señor, al acercarnos a su espíritu, nos encontramos con un reflejo de Dios; con una mujer de corazón grande como el de Jesús, de una mansedumbre y caridad serena, que supo, como San Pablo, “hacerse toda para todos a fin de ganarlos a todos”.

 

Espigar en este campo, no fue tarea fácil, pues estamos frente a una personalidad que tiene muchas facetas, como un diamante.

 

Si pudiéramos engarzar, como en un rosario, los testimonios que tienen las personas que la trataron, resultaría un libro que sería difícil de leer.

 

Esta pequeña biografía solo desea dar a conocer el perfil humano y espiritual, a través de unas pinceladas, de la Sierva de Dios Sor Gloria María Elizondo,  que este testimonio de su vida, que habla por sí mismo, nos quede a todos: su familia, sus hijas espirituales, Las Misioneras Catequistas de los Pobres y las personas que la conocieron, a recordar que en la brevedad de nuestra vida Dios puede realizar cosas maravillosas, si nosotros, como blanca arcilla, dejamos que las manos del Divino Alfarero, nos modelen.

 

Dios nos llama a todos a  la santidad, y suscita entre sus hijos verdaderos héroes de la virtud, para que veamos que la santidad es posible. Cuando, herido en el sitio de Pamplona, San Ignacio de Loyola leía vidas de santos mientras se restablecía, se preguntaba a cada momento: “Si ellos pudieron, ¿por qué yo no he de poder?”.

 

Hoy tenemos un modelo muy cercano a nosotros, de nuestro siglo y de nuestro medio, seglar, mujer, empresaria y religiosa. Que la lectura de su vida nos estimule a imitarla en el servicio y el amor a nuestro Padre, el Buen Dios.

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